La Lectio Divina busca profundizar el texto de la Biblia por medio de cinco pasos que son consecutivos y concadenados, pues uno está en relación al otro y el anterior da elementos al posterior, llevando a un conocimiento gradual del texto, teniendo diferentes acercamientos al texto escrito, buscando el mensaje que transmite y la actualidad que tiene para nuestra vida, queriendo así hacer vida la propuesta que nos presenta el Señor por medio de su Palabra escrita. De ahí que los pasos de la Lectio Divina son medios que partiendo del texto se busca iluminar y transformar la vida.
Con la Lectio Divina se busca el encuentro personal y vivencial con el Señor, para esto se parte del texto escrito, pero la meta lo es lo escrito, sino Aquel que suscitó la Escritura y que motivó al escritor sagrado a comunicarlo. Esto es gracia y don del Señor, de ahí la necesidad de acercarse al texto de la Biblia con el corazón abierto y disponible para escuchar al Señor y que de esa escucha surja el encuentro vivo y actual con Él, que siempre está presente y es el que nos motiva a conocerlo y amarlo por medio de su Palabra.
En la Lectio Divina se siguen cinco pasos, que son momentos de oración y de búsqueda del Señor, como son: LECTURA. MEDITACIÓN. ORACIÓN. CONTEMPLACIÓN. ACCIÓN. Estos pasos son medios y no fin, de ahí que se los debe seguir como ayudas, pero no ser rígidos en su utilización, esto todo depende de la situación. Como criterio para seguir los pasos, es el ENCUENTRO con el Señor. Siendo así es de considerar que una es la actitud en la oración personal, donde estos pasos se relativizan y se flexibilizan, pues se los utiliza en la medida que ayuden y favorezcan ese encuentro con el Señor. En la oración individual uno debe detenerse en el momento en el que el Señor haya iluminado o inspirado, es ahí donde se debe profundizar y dejarse conducir por el Espíritu; habiendo sentido la presencia o la acción del Señor en uno, ya no es necesario hacer todos los pasos, es simplemente deleitarse de la Palabra o de la inspiración del Señor y quedarse en su presencia siendo transformado por la presencia y la acción del Señor.
En cambio, cuando se realiza la Lectio Divina en grupos, allí es recomendado y aconsejable realizar todos los pasos, para ir formando la mentalidad y el corazón de los participantes, para que partiendo del texto, del compartir las inspiraciones que el Señor suscita y enriquecerse con la sabiduría de la Palabra, que eso ilumine la propia vida y cuestione la manera como se está viviendo, en vista a manifestar con actitudes y gestos concretos aquello que fue reflexionado, rezado y contemplado.
Es de insistir, los pasos, son medios, como también toda la Lectio Divina es medio y no fin, lo mismo que la Biblia en sí misma, ella no es fin, sino medio para el conocimiento de la revelación y de la manifestación del Señor.
LECTURA. ¿Qué dice el texto?
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La LECTURA atenta y pausada de la Palabra escrita del Señor, es la base y el corazón de la Lectio Divina. Sin un conocimiento claro y preciso del texto, será imposible realizar los siguientes pasos de la metodología. La LECTURA es determinante para todo el método, pues si no se conoce lo que dice y transmite el pasaje, si no se entiende lo que dice la Escritura, es imposible hacer la meditación o la contemplación, como tampoco ver el actuar, aquello que se debe poner en práctica. Para una recta interpretación es determinante una lectura atenta, detenida y creyente del texto.
Una LECTURA de fe, con espíritu de discípulo, con corazón abierto y disponible, buscando conocer y profundizar aquello que el Señor nos transmite es la base para cualquier reflexión bíblica. Para nosotros que creemos, nuestro acercamiento al texto es la de un creyente y un discípulo, donde más allá de hacer un estudio detallado del texto, de conocer su estructura interna, el contexto donde fue generado, la actitud ante el texto de la Escritura es una actitud de fe, buscando conocer el mensaje que transmite para hacerlo vida y asimilarse al Señor Jesús, de ahí, que nuestra lectura no es neutra, sino la de un creyente, que encuentra en ella una revelación del Señor y una propuesta de vida.
Actitudes y disposiciones para la lectura:
- Hacerla desde la Biblia y con la Biblia. Si no se tiene el texto escrito de la Biblia, será simplemente imposible hacer la Lectio Divina. De ahí que el primer paso es poseer una traducción fiel y actualizada de la Sagrada Escritura que posibilite conocer fielmente el texto original y no quedarse en interpretaciones y menos en adaptaciones, que muchas veces son manipulaciones del texto.
- Tener el corazón abierto y disponible para escuchar al Señor. La lectura es una experiencia de encuentro con el Señor que nos habla por medio de su Palabra escrita, que nosotros lo debemos escuchar con atención, pues es nuestro Dios el que nos está hablando.
- Formas de proclamar la Palabra
- Anuncio y proclamación de la Palabra. Una persona lee (proclama, transmite) la palabra, los demás del grupo siguen la lectura desde su Biblia, escuchando con fe la lectura. Esta es la manera tradicional como se lee la Biblia en las celebraciones litúrgicas.
- Lectores intercalados. Se le pide a dos personas que proclamen el texto de la Escritura de forma alternada y sucesiva.
- Por versículos. Es una manera que favorece la participación de todos los integrantes del grupo, promoviendo una lectura atenta y dinámica. Es una forma de implicar y comprometer a los participantes, para que nadie esté de manera pasiva como un espectador en la reunión.
- Por personajes. Es la mejor manera de leer, si bien la más difícil, pues requiere el doble de atención y concentración. Para realizarla, se distribuye el texto haciendo que una persona haga de Lector, otra asuma el papel de Jesús, una tercera o una cuarta el de los otros personajes. Es una lectura dinámica, que favorece la atención, donde se puede ver mejor el sentido de la lectura, pues se identifica quién dice lo que dice y se caracteriza lo que dice, facilitando así la comprensión del mismo.
- Otros recursos para la lectura.
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- Recomponer el texto. Es un recurso útil, práctico, fácil e implicante para la lectura, principalmente en medios rurales, con campesinos o en las comunidades barriales, donde no todos tienen el texto de la Escritura, y en algunos casos tampoco saben leer. En esas circunstancias se busca hacer una lectura atenta, las veces que sea necesaria y posteriormente se le pide a que alguien del grupo, cuente, relate lo que escuchó, lo más fiel y estrictamente posible, siguiendo paso a paso el relato, sin comentarios personales ni agregados, ni adornos, naturalmente esto con la Biblia cerrada. Es simplemente recontar aquello que fue escuchado.
- Existe la posibilidad de que uno del grupo recuente, relate aquello que fue leído, y el grupo va completando lo que no fue dicho.
- También es posible que todo el grupo en conjunto vayan recomponiendo paso a paso el contenido de la lectura. De esta manera, es fundamental el rol del animador, para ir dando la palabra e ir recomponiendo paso a paso todo el pasaje.
- Lectura en Eco. Es una manera informal de asumir lo que fue leído, donde cada uno va repitiendo libre y espontáneamente aquello que más le tocó y que más le gustó de lo que fue leído. La mejor manera es repetir la frase, o versículo más significativo y que el grupo escuche, pero en algunos casos el grupo repite aquello que fue compartido.
Riesgo o cuidado para la LECTURA: El riesgo de la LECTURA es presuponer que ya se conoce el pasaje, que ya se lo ha escuchado, cayendo en la rutina, haciendo una lectura superficial, sin prestar atención a cada palabra que está escrita, que en sí es siempre nueva. De ahí, la importancia de hacer lectura conciente, sabiendo que aquello que se está leyendo es Palabra de Dios. |
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MEDITACIÓN. ¿qué nos dice el texto?
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La MEDITACIÓN es adentrarse en el texto, es profundizarlo, no quedarse en la información recibida en la lectura, sino ir más allá, haciendo una relectura atenta, viendo el sentido del pasaje, buscando el mensaje que transmite, actualizando ese mensaje a nuestra realidad personal, comunitaria y social.
La MEDITACIÓN es ir más allá de lo que se ha escuchado en la lectura, es buscar la riqueza que encierra, es descubrir el mensaje actual, vivo y comprometedor que el Señor nos transmite por medio de su Palabra que es siempre viva y eficaz, que es más tajante que espada de doble filo (Heb 4,12).
La MEDITACIÓN es una experiencia de escuchar al Señor que se manifiesta y que se comunica por medio de la experiencia de los demás del grupo. Es abrirse a la acción de Dios no solo en su Palabra, que es siempre eficaz, sino que también se lo busca encontrar y escuchar en cada persona que participa de la reunión, sabiendo que el Espíritu Santo actúa en todos y en cada uno de nosotros.
Sabiendo que el Señor actúa y se manifiesta, como, cuando y en quien quiere, es fundamental dar espacio para que cada uno del grupo pueda compartir lo que esa Palabra le dice, dar a conocer la riqueza que ha encontrado en ella, dando a conocer lo que el Señor le inspira y le dice. Esto es una oportunidad de ver como el Señor actúa de manera única y personal en cada uno del grupo a partir de un texto que es común para todos.
La Lectio Divina, no es una oración donde se busque ponerse todos de acuerdo sobre un punto, es simplemente compartir aquello que el Señor va inspirando por medio de su Palabra, de ahí que en la MEDITACIÓN puede haber diversas opiniones, que se deben respetar, en ciertos casos aclarar o definir cosas que no corresponden a la verdad del texto, pero en general, no es necesario ponerse de acuerdo en lo que se está compartiendo, es simplemente transmitir y dar a conocer con sencillez y humildad lo que se descubre en el texto y como el Señor inspira y toca a cada uno con esa lectura. El compartir tampoco debe llevar al debate ni a la discusión, ¡no!, es sólo comunicar lo que cada uno ve y descubre en el texto con una actitud de fe.
La MEDITACIÓN parte del texto, es sobre el texto, y es a partir del texto, para compartir lo que se ve, se descubre, se conoce, se siente del texto de la Escritura. Es imprescindible que el punto de referencia sea única y exclusivamente el texto de la Escritura. Ahí no es el momento para hacer comentarios paralelos sobre otros temas, sino que todo debe girar en torno a la Escritura.
El espíritu y el clima de la MEDITACIÓN debe ser la participación y el mutuo enriquecimiento, es un buscar en grupo lo que el Señor nos transmite por medio de su Palabra.
CÓMO hacer la MEDITACIÓN
PREGUNTAS. Algunos materiales que siguen la metodología de la Lectio Divina, facilitan algunas preguntas sencillas que buscan llamar la atención del lector a algunos aspectos significativos que tiene el texto. Estas preguntas buscan favorecer la comunicación y el compartir en grupo, buscando que cada uno transmita aquello que descubre en la Palabra, lo que conoce de ella o lo que ve como novedad.
Esas preguntas son graduales, pues se parte de una muy sencilla e ingenua, para ir tratando gradualmente en texto en sí mismo, profundizando versículos o palabras. En sí las preguntas son un medio para el diálogo, un instrumento para el compartir.
Ver los VERBOS. Una manera un poco más complicada pero también muy rica es ver los verbos del relato, viendo si están en presente, en futuro, en pasado. Teniendo en cuenta lo que significan y lo que quieren decir con eso.
El relato. Existen métodos de lectura que se detienen en ver el cuándo, el dónde, el quién y el cómo del relato, en vista al para qué. Son métodos de lectura que dan mucha atención al rol de los personajes, viendo lo que dicen y lo que quieren decir, en vista al sentido del mismo.
Independiente del cómo se haga la MEDITACIÓN, es imprescindible que siempre esa reflexión termine con una alusión a nuestra realidad actual, a nuestro hoy, aquí y ahora, aplicando ese pasaje y ese mensaje a nuestra realidad cotidiana, que ella nos haga pensar en la manera cómo estamos asumiendo esa Palabra en nuestra vida y lo que estamos haciendo al respecto. De ahí, que al finalizar la MEDITACIÓN siempre es bueno preguntarse: ¿…y a nosotros (mejor: a mí) qué nos dice este pasaje, a qué nos compromete y cómo nos interpela?
Riesgo en la MEDITACIÓN: Un riesgo siempre actual es querer manipular la Palabra, hacerla decir lo que uno quiere oír o lo que le interesa, tergiversando el sentido propio y original del texto. Es ahí, donde la comunidad o el grupo manifiesta el sensus ecclesie, el sentir de la Iglesia, dando a conocer aquello que hace parte de la propia fe que se desprende de una lectura fiel de la Palabra. Por otro lado existe el riego de que una o dos personas monopolicen y acaparen la reunión, haciendo de ella no una oración sino una charla o una clase. En esos casos el animador del grupo está obligado a dar la palabra a otros. En la MEDITACIÓN debe primar el sentido común, la caridad y la solidaridad, dando espacio para que todos participen y haya un mutuo enriquecimiento. |
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ORACIÓN. ¿qué le digo al Señor sobre…?
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Este paso de la ORACIÓN puede resultar innecesario, pues uno dirá, ¿acaso que la lectura, no es oración?, ¿acaso que la meditación y la reflexión, no es oración?, ¿y la contemplación…?, naturalmente que todo es oración, y todo es medio para el encuentro con el Señor, pero se coloca este paso que se le llama ORACIÓN, buscando que esa palabra que fue leída y conocida en la LECTURA, que fue profundizada y reflexionada en la MEDITACIÓN, que sirvió de medio para el encuentro de corazón a corazón con el Señor en la CONTEMPLACIÓN, ahora se pretende iluminar nuestra vida personal o comunitaria a la luz de esa Palabra pidiendo la gracia para vivirla, o agradeciendo por el don que ella significa, o alabando al Señor por lo que ha implicado su revelación o su persona.
La ORACIÓN es un recurso que se propone para que a partir de la Palabra se aplique el mensaje que ella transmite a nuestra realidad, buscando identificarnos con el mensaje que transmite y comunica.
Como toda oración y todo encuentro, en sí no hay reglas ni normas fijas. En este paso de la ORACIÓN cada uno, a partir del texto leído, meditado y contemplado le pide, o le agradece al Señor por lo que crea más conveniente. Es actualizar esa Palabra en nuestra vida actual.
Riesgo: Es el divague, es no aplicar la Palabra a la propia vida, a la familia o a la comunidad. El peligro de la ORACIÓN es hacer oraciones tan generales y sobre cualquier cosa, que se aplicarían muy bien a cualquier texto. En cambio aquí lo que se busca es que ese texto reflexionado diga algo a la realidad que estamos viviendo.
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CONTEMPLACIÓN. ¿qué me hace decirle al Señor?
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La CONTEMPLACIÓN es en sí misma la oración más profunda y personal. Allí ya no entra solo el saber y el conocer cosas de la Biblia, sino que es el encuentro personal y directo con el Señor. Ahí ya no cuenta la información que se posea, sino cómo se utiliza todo eso que se sabe de Dios, ya no para hablar del Señor sino CON Él.
Si en toda la Lectio Divina no existe una regla fija, sino que son pasos abiertos en busca del Señor por medio de su Palabra, en la CONTEMPLACIÓN esto es la norma. Pues aquí uno se está metiendo en el mundo de Dios, donde no existen reglas, sino donde todo es gracia y don.
En la CONTEMPLACIÓN se parte del texto que se leyó y se meditó, todo aquello que se ha dicho, que se ha escuchado, que se ha conocido ahora sirve de medio para hablarle al Señor de corazón a corazón. La CONTEMPLACIÓN es buscar que la experiencia que ha tenido el escritor sagrado al comunicarnos el texto revelado que eso se actualice en uno mismo a partir de lo que fue conocido. Es conocer vivencialmente al Señor no solo intelectualmente, sino adentrandose en el corazón de Dios, buscando conocer aquello que se conoce y se intuye a partir del texto.
La CONTEMPLACIÓN es anticipo de la eternidad, pues según Jn 17, 3 “…la vida eterna es que te conozcan a ti, Padre eterno y a tu enviado…”. Es esto lo que se busca en la contemplación conocer en profundidad a Aquel que da sentido a todo lo que creemos, a nuestro Dios, que es Uno y Trino. En este sentido el texto nos da pistas, pero el profundizarlos, eso depende de la correspondencia y de la apertura de cada uno al Señor, que sale a nuestro encuentro y quiere que lo conozcamos, para esto nos da los medios y la gracia para conocerlo.
Para la CONTEMPLACIÓN no es suficiente ser inteligente, sino que se necesita ser una persona con sed de Dios, con ganas de conocerlo y amarlo, de buscarlo y encontrarlo. De ahí que la CONTEMPLACIÓN lleve a ese encuentro personal y dialogal con el Señor, es adentrarse en el texto llegando al corazón del Señor.
CÓMO hacer la CONTEMPLACIÓN.
– En sí todos tenemos el texto escrito, podemos conocer el contexto donde fue escrito, la situación que generó dicho texto escrito, la finalidad del escritor sagrado, la forma como lo transmitió, pero todo esto puede ser simple información sino se consigue trascender toda esa información, haciéndola vida.
– CENTRARSE EN JESÚS . Nuestro interés básico y fundamental es conocer al Señor Jesús, lo que hace, lo que dice, lo que siente, cómo actúa y su manera de relacionarse con el Padre y con la gente. Es por esto, que después de reflexionar sobre el pasaje, debemos parar y mirar al Señor Jesús, buscar fijarse solo en Él. Ver lo que el texto dice sobre lo que hizo o dijo. Si el texto menciona algún detalle, jerarquizarlo. Pero centrarse en Él y mirarlo fijamente, acompañarlo si va caminando, escucharlo de cerca y buscar fijarse en sus ojos para ver su corazón.
– VISUALIZAR . En la meditación entra la razón y la inteligencia, en la CONTEMPLACIÓN, la imaginación y la sensibilidad a lo espiritual. Queriendo conocer al Señor, detenerse, utilizar todos los recursos que se disponga para visualizar el pasaje que se está reflexionando. Ver los detalles, situarse en el momento y en el cuándo se realiza. Ser uno más de los que están con el Señor, colocarse uno a su lado, mirarlo, verlo, escucharlo, prestar atención a sus palabras. Mirarle al Señor, fijarse en sus ojos, dejar que Él nos mire a cada uno de nosotros, quedarse en el silencio de una mirada penetrante que llega hasta lo más hondo del ser de uno mismo.
– COLOQUIO . Estando en esa situación mutua mirada, siendo inundados por el amor que el Señor da, buscar el diálogo con Él, el coloquio de corazón a corazón. A partir de aquello que fue dicho, que eso sirva para ir más allá del texto, ser capaces de interrogar y conocer al Señor, preguntarle sobre lo que siente, el porqué hace lo que hace o dice lo que dice. Compartir con Él lo que uno siente ante esa situación, lo que piensa de lo que Él dijo o hizo y que eso genere el diálogo con Él, hablarle, contarle, preguntarle, pero a su vez darle tiempo para que Él responda y se dé a conocer, y allí está la oración del silencio, del escuchar, del prestar atención, de oír al Señor en lo más profundo del corazón, donde solamente lo pueden oír los que lo quieren oír, pues Él habla en el fondo del alma y su voz es clara para aquellos que tienen el corazón abierto. A esto se le llama CONTEMPLACIÓN.
– En GRUPOS. Cuando la Lectio Divina se hace en grupos, el momento de la contemplación puede hacerse en silencio, de acuerdo a la madurez del grupo. Pero también se puede leer el texto escrito que en algunos materiales se facilita, dando espacio para ese encuentro personal con el Señor, con espacios de silencio, para que aquello que fue escuchado sea asimilado y a su vez cada uno pueda decirle al Señor lo que está sintiendo en ese momento.
Riesgo: En la CONTEMPLACIÓN el riesgo es mínimo, pues ahí no existe la manera de conocer si hubo o no encuentro. La CONTEMPLACIÓN es la oración más pura y profunda, allí cada uno se relaciona con el Señor de acuerdo a su propio crecimiento espiritual y a la respuesta y docilidad a la gracia.
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ACCIÓN ¿qué va a cambiar…?
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Siempre es bueno recordar que la Palabra del Señor no es solo para ser conocida, sino que ella debe ser hecha vida (Mt 7,21), y debe ser el fundamento de nuestras actitudes y de nuestros gestos (Mt 7,24-27), porque son bienaventurados: “…lo que escuchan la Palabra y la ponen en práctica…” (Lc 11,28). Esto es el fundamento del quinto paso de la Lectio Divina, el ACTUAR, el vivir, el hacer vida aquello que fue reflexionado y rezado.
Si de verdad hubo encuentro de corazón a corazón con el Señor, no se puede seguir siendo el mismo, algo debe cambiar, de alguna manera se debe vislumbrar aquello que fue conocido.
La Palabra del Señor es una propuesta de vida, es un estilo de vida, una manera de vivir la vida, pero no es información, sino Buena Nueva, ella es para ser asumida y vivida. De ahí la necesidad de iluminar la propia vida con esa Palabra y ver de qué manera uno se está identificando y asumiendo ese estilo de vida. Es en este sentido donde el Actuar es un mirarse a uno mismo y sincerarse a sí mismo, viendo dónde uno está parado y a la luz de eso ver qué se puede hacer para hacer vida ese proyecto que el Señor nos deja en su Palabra.
El ACTUAR es un mirarse a uno mismo, es buscar las actitudes y la manera de vivir el mensaje que se ha encontrado y que es propuesta para mi, hoy, aquí y ahora.
Riesgo: El riesgo en el ACTUAR es que las personas no apliquen el texto a su vida, sino que lo apliquen a la vida de los demás, dando recetas para todos, menos para sí mismas. A su vez es bueno recordar que en el mundo de la vida espiritual todo es gracia y don, y ahí es el Señor quien actúa y se manifiesta y que nosotros apenas somos receptores de su amor, siendo así tener cuidado para no caer en un voluntarismo e individualismo obsesivo, donde uno dice: voy a hacer y lo voy a hacer, porque yo quiero… Eso no, en cambio, sí es importante escuchar aquello que el Señor está iluminando e inspirando por medio de su Palabra, escuchar y ver su voluntad por medio del texto que se está reflexionando. |
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